lunes, 28 de diciembre de 2009

En simples palabras, el amor es un campo de batalla: puede estar todo bien y con sólo decir una palabra se transforma en guerra. Tenés que andar con escudo para salvar tu corazón y no olvidar la espada para vengarte ante cualquier lastimadura. Es dar para recibir, es subir para volver a caer, uno se la juega por quien ama y después debe cuidarse para no recibir un rechazo y salir lastimado.. Uno nunca quiere comenzar la guerra, es más fácil esperar que la empiece el otro sólamente para sacar los trapos al sol, cualquiera tira la piedra y luego esconde la mano, así si es fácil, pero llega un punto que de tan larga que se torna la guerra se le pierde el sentido y de ambos lados se olvida el por qué de la batalla, la meta, el fín.
Es fácil decirlo, pero tragarse el orgullo es cosa de insulsos: en este campo de batalla se pelea por lo que se perdió y se defiende lo que no se quiere perder. Lo difícil es plantar bandera blanca, ese índice de debilidad que nos fulmina, aguantar hasta el final, o por lo menos hasta que el otro clave su bandera. Lo lamentable es, una vez finalizada la guerra, darse cuenta que ambos pierden todo lo que tenían..
Así que para la próxima, andá buscándote tu propio escudo, esta vez no pienso perder, no quiero lastimarte, es más, no quiero volver a jugar, pero a veces es tan fuerte el deseo que intentarlo una vez más no me va a debilitar..

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